¿Te cuesta reconocerlos?

 
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"Por sus frutos los conocerán."
(Mateo 7:16)

No es fácil reconocer la diferencia entre dos cosas que son muy parecidas entre sí. A veces la falta de experiencia en un campo impide que uno reconozca diferencias que solo un experto podría distinguir. Por otro lado, hay diferencias que saltan a la vista y cualquiera podría darse cuenta, pero por alguna razón, siguen ocultas como si no fuesen tan obvias al ojo no entrenado.

¿No te ha sucedido que repites algo una y mil veces, pero la otra persona no parece entender lo que dices? ¿O que se te hayan perdido tus anteojos y los buscaste por todas partes, solo para descubrir que los llevabas puestos? ¿O por qué a veces te dicen: "¿Cuántas veces tengo que repetirte lo mismo?". ¿Es que no vemos lo que otros ven, o que otros no ven lo que nosotros vemos? ¿No te ha sucedido que ingresaste a una tienda, permaneciste de pie frente al mostrador, y los encargados pasaron una y otra vez frente a ti, pero no parecían verte, ¡hasta atendiendo a otros que llegaban después!, y te sentiste invisible, entonces te  enfureciste y clamaste: "¡Hey! ¡Hola! ¡Yo llegué primero!", y solo entonces parecieron darse cuenta de que estabas allí?

El profeta Isaías vio de antemano el gran esfuerzo que el Mesías tendría que hacer cuando apareciera en la tierra, cuando predicara el reino de Dios. Jesús dijo, citando del libro de Isaías: "Por eso les hablo en parábolas. Porque aunque miran, no ven nada, y aunque oyen, no escuchan ni entienden nada. En ellos se cumple la profecía de Isaías, que dice: 'Por mucho que oigan, no entenderán nada, y por mucho que vean, no percibirán nada. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible. Se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. Si no, verían con los ojos, oirían con los oídos y entenderían con el corazón y se convertirían, y yo podría sanarlos.” (Isaías 6:9)

No es que Jesús les tapara los ojos y los oídos, sino que tuvo que usar parábolas para que lograran captar el sentido de las cosas que habían pasado por alto debido a la pésima interpretación que sus pastores les habían dado a las profecías de Dios, entre otras, la de Isaías, que describía cómo sería la venida del Mesías (isaías cap. 53). ¿Por qué era tan difícil que entendieran? ¿Por qué se les había cerrado el corazón y se les habían tapado los oídos? La Biblia contiene ciertas explicaciones interesantes. Veamos algunas de ellas.

En 2 Reyes 6:8-23 se narra la historia de un intento de cierto rey que quería capturar al profeta Eliseo, el cual vivía en una ciudad llamada Dotán. Envió un destacamento grande con caballos y carros de combate y rodeó Dotán a fin de capturarlo. Cuando Guiezi, el asistente de Eliseo, vio tan grande despliegue militar, no le ocultó su terror al profeta. Pero Eliseo le dijo: "No te preocupes. Hay más con nosotros que los que están con ellos". Y entonces rogó a Jehová: "¡Jehová, ábrele los ojos para que vea!". Y Jehová le abrió los ojos a Guiezi, y este ahora vio toda la colina llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y al ver a los sirios acercándose amenazadoramente, el profeta oró aún más: "Jehová, disciplina a esta gente con ceguera." Y quedaron ciegos (es decir, no que perdieran el sentido de la vista, sino que quedaran temporalmente ciegos mentalmente, para que no lo reconocieran).

Tan buena resultó la estrategia que, cuando estuvieron ante Eliseo, éste les preguntó: "¿A quién buscan?". Ellos le dijeron: "A Eliseo". A lo que Eliseo respondió: "Ésta no es la ciudad donde lo encontrarán. Han venido por un camino equivocado. Vengan. Yo los llevaré exactamente adonde está el hombre que buscan." Y Eliseo los llevó a otra ciudad. Cuando entraron, Eliseo ahora oró: "Jehová, ábreles los ojos, para que vean." Y Jehová les abrió los ojos (en el sentido de que les permitió reconocer dónde estaban). Entonces, se dieron cuenta de que habían caído en las manos de sus enemigos. Quedaron ciegos en el sentido de no haber podido reconocer al profeta.

El reputado psicólogo William James escribió en su libro Principios de Psicología acerca del desorden cortical, es decir, ceguera mental. No se refiere a una insensibilidad a las impresiones ópticas, sino a una incapacidad de entenderlas. La persona pierde la asociación entre la sensación óptica y su significado. Se produce una interrupción entre el centro óptico y el centro del intelecto.

Un caso similar pudo haberles sucedido a los malvados acosadores que atacaron a Lot en Sodoma. La Biblia dice que los ángeles que fueron a salvar a Lot tuvieron que defenderse del ataque hiriéndolos con ceguera, de modo que Lot y su familia pudieron escapar de la ciudad. Los malvados no se dieron cuenta por dónde escaparon.

Otro caso interesante tiene que ver con el apóstol Pablo. Sabemos que, antes de convertirse al cristianismo, cuando estaba de viaje a Damasco, en curso de perseguir a los cristianos, de repente una luz lo dejó ciego, y por tres días no vio nada, hasta que Ananías, un discípulo nombrado por Jesucristo, le devolvió milagrosamente la vista. ¡No había visto nada por tres días! Incluso los que viajaban con él experimentaron algún tipo de ceguera y sordera mental. Porque Saulo dijo que vio una luz muy brillante y oyó la voz del Señor, mientras que ellos dijeron no haber visto nada, y que solo oyeron una voz, pero no entendieron lo que decía.

En interesante que la Biblia use la ceguera tanto en sentido literal (real) como simbólico (de manera figurada). Por ejemplo, dice que un juez puede volverse ciego si se deja corromper por un soborno, por un regalo o por un prejuicio. (Éxodo 23:8; Deuteronomio 16:19) Y ¿no has oído alguna vez la frase: "Lo cegaron los celos", "Lo cegó el poder", "El amor es ciego" o "¡Estás ciego!"?

Jesús se refirió a la ceguera mental o simbólica cuando dijo: "El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser estará iluminado. Pero si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Por eso, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué grande oscuridad es esa!" (Mateo 6:22-23) En la Biblia se da más importancia a la visión espiritual que a la física. La persona ciega espiritualmente es aquella que, aunque goce de una buena visión física, no logra entender asuntos espirituales. (2 Timoteo 3:7)

En cierta ocasión, Jesús estaba explicando algunas cosas que a sus oyentes les resultaban difíciles de entender: "Por eso les hablo en parábolas: Porque aunque están viendo, no miran, y aunque oyen, no escuchan ni entienden nada. En ellos se cumple la profecía de Isaías, que dice: 'Por mucho que oigan, no entenderán, y por mucho que vean, no percibirán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos y oirían con los oídos, y entenderían con el corazón y se convertirían, y yo los sanaría.' Por eso, dichosos los ojos de ustedes porque ven, y sus oídos porque oyen. Porque les aseguro que muchos profetas y otros justos anhelaron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron." (Mateo 13:13-17)

Notemos esa frase: "Por mucho que oigan, no entenderán, y por mucho que vean, no percibirán". Relaciona "ver" con "percibir" y "entender".  También notamos la razón de su ceguera: "El corazón de este pueblo se ha vuelto insensible". ¿Insensible? ¿A qué? A las cosas espirituales. Por ejemplo, se dice que los cristianos son hermanos. Pero cuando un 'cristiano' se cruza en el camino de otro 'cristiano', es decir, uno que no conoce, no suele reconocer al otro, ni mucho menos saludarlo o tratar de conocerlo. Y aun si se enterara de que es un 'cristiano', tal vez solo le diga: "Yo también" y siga de largo. Hay poca sensiblidad hacia los asuntos espirituales. Una actitud muy común en el mundo. (Mateo 24:12)

Jesús también arroja luz sobre las causas de la ceguera espíritual, al decir: "Se les han embotado los oídos". ¿Qué significa 'embotar el oído'? Un cuchillo embotado es uno que no tiene filo. A menos que se lo aguce, no servirá. Igualmente, los oídos no nos sirven para nada si no los afilamos, es decir, si no agudizamos o entrenamos el sentido del oído para prestar atención a la Palabra de Dios. "¿Acaso no prueba el oído las palabras como la lengua prueba la comida? (Job 12:11)

Afinar los oídos es prestar mucha atención cuando alguien nos habla o lee de la Palabra de Dios, el mensaje de Cristo, las buenas nuevas del Reino de Dios, la Biblia, el propósito de Dios... Resumiendo, asuntos espirituales. Porque Jesús dijo: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen". (Juan 10:27) No podemos oír la voz de Jesús a menos que primero prestemos atención. Muchos judíos nunca oyeron la voz de Jesús porque no le prestaron atención. Se llevaron del pensamiento filosófico de sus guías religiosos, y de que los asustaran diciéndoles que Jesús era un endemoniado, un representante de Satanás, un hijo del Diablo, un perdedor, un mesías falso. Y en vez de prestar atención por sí mismos para asegurarse de la enseñanza de Jesús, rápidamente le cerraron su corazón, embotaron sus oídos y no pudieron percibir ni entender nada de lo que Jesús les enseñaba. Les dijo: "Ustedes procuran matarme porque no está en sus planes aceptar mi palabra." (Juan 8:37)

Así es. No estaba en sus planes prestarle atención. Su ceguera era alimentada por su ceguera. Prefirieron hacerle caso a sus pastores que a sus propios oídos, y a las tradiciones que al amor que veían sus propios ojos. Su obra, es decir, el fruto de su labor, era una evidencia palpable del poder de Dios, pero con todo decían que era obra del maligno. ¡Estaban viendo el poder de Dios en acción, pero no lo distinguían debido al prejuicio!

Jesús hizo milagros que ellos jamás habían visto antes, pero no les bastó para reconocerlo como Mesías. (Deuteronomio 18:15) Un caso interesante ocurrió cuando algunos de los fariseos y de los maestros de la ley le dijeron: "Maestro, queremos ver alguna señal milagrosa de parte tuya". ¡Jesús acababa de curar a un endemoniado que estaba ciego y mudo, y estaban pidiéndole una señal que probara que era el Mesías! ¡Jesús había sanado al hombre delante de todos! Veía y hablaba, y todos lo reconocían. Sabían que había estado endemoniado, ciego y mudo. Por eso quedaron asombrados y decían: "¿No será éste el Hijo de David?", es decir, el Cristo. Pero los líderes religiosos pedían una señal y decían: "Éste expulsa a los demonios sino por medio del príncipe de los demonios". En otras palabras, lo hace por el poder del Diablo. (Mateo 12:22-38) "Veían", pero no veían, y "oían", pero no oían.

Si tuvieras un hermano que hubiera estado ciego y mudo, y viniera alguien y lo sanara completamente, de modo que ahora viera y oyera perfectamente, ¿se lo agradecerías? ¿O lo apedrearías y procurarías que se vaya de tu ciudad? ¡Lógicamente, darías gloria a Dios! Pues no dieron gloria a Dios, sino que quisieron matarlo.

Por eso Jesús dijo: "Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué grande oscuridad es esa!". En realidad, de nada les servía "ver", porque estaban indispuestos a "ver". O como dijimos, tenían un "desorden cortical", una "ceguera mental". Porque no se trataba de insensibilidad a las impresiones ópticas, sino de un debilitamiento de la capacidad intelectual para entender asuntos espirituales. Sufrían de una lamentable carencia de la facultad de asociar las sensaciones ópticas con lo que estas significaban. Por decirlo así, tenían atrofiada la conexión entre el centro óptico y el centro del intelecto.

En un tiempo en que uno de los líderes religiosos le dijo que creía que todos los buenos morían e iban al cielo, Jesús le dijo: "¿Eres maestro de Israel y no entiendes?". Y luego añadió: "Si he hablado de asuntos terrenales, y no creen, ¿cómo van a entender si les hablo de cosas celestiales?". Y concluyó: "Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre". (Juan 3:10-13) Jesús le acababa de decir que 'NADIE HABÍA SUBIDO JAMÁS al cielo'. ¿Entiendes tú lo que quiso decir? ¿O se te hace una confusión?

Hay quienes creen que el profeta Elías se fue al cielo en un carruaje. Pero si eso fuese cierto, Jesús no hubiera dicho que 'nadie había subido jamás al cielo'. A algunos eso les parece algo extraño. Pero un análisis cuidadoso de las Escrituras puede ayudarnos a entender mejor qué sucedió con Elías realmente.

Hoy en día son muchos los que predican una infinidad de doctrinas y mensajes. Algunas se parecen entre sí, otras son tan diferentes que parecen oponerse la una a la otra. Por eso está justificada la persona que se pregunta sinceramente: "¿Es posible reconocer la verdad entre tantas doctrinas, teorías, dogmas, parámetros, paradigmas, tradiciones, patrones de comportamiento y corrientes psicológicas y filosóficas?".

Felizmente, la Biblia responde "sí". Jesús mismo dijo: "Por sus frutos los reconocerán". No solo estaba refiriéndose a la conducta de los guías religiosos, sino a la de sus rebaños. El comportamiento, la conducta, la personalidad, el carácter de sus feligreses, es decir, el fruto de su predicación, sería determinante para su identificación. De hecho, una de sus parábolas se refería a una masa, es decir, a todo el conjunto o grupo de personas que se dejaría extraviar o engañar por pastores equivocados. (Mateo 13.33; 16:6-12; Lucas 12:1-3)

El profeta Malaquías había dicho, cientos de años antes: " 'El día que yo entre en acción, ellos llegarán a ser mi propiedad exclusiva', dice el Señor Todopoderoso. 'Y tendré compasión de ellos, tal como se compadece un hombre del hijo que le sirve'. Y entonces ustedes distinguirán entre buenos y malos, entre los que sirven a Dios y los que no le sirven". No dice que tendría compasión de los malos, sino de los buenos, su pueblo o propiedad especial. (Malaquías 3:17-18)

¿Notaste las frases clave que usó Malaquías: "el hijo que le sirve", "los que sirven a Dios" y "los que no le sirven"? Y nota esta otra frase clave que usó Jesús: "Por sus frutos los reconocerán"? ¡Efectivamente! Para reconocer la verdad, para identificar al pueblo de Dios, para distinguir a la propiedad exclusiva del Señor Todopoderoso, había que afilar los ojos y oídos, sacarlos de su estado de embotamiento y ponerlos a trabajar al servicio de la justicia de Dios, no a la de los hombres. Porque afinando los oídos se podía ver más allá de lo obvio.

Desde la desobediencia de nuestros primeros padres en el Paraíso, quedó sellado por Dios el concepto de que habría una polarización constante entre el buen y mal proceder, y que al tiempo señalado dicha polarización se haría tan evidente que a nadie le quedarían dudas de la diferencia. (Génesis 3:15) Porque sería notable como la diferencia entre la luz y la oscuridad, entre el día y la noche, entre el agua y el aceite. Desde un punto de vista elevado, la conducta de los justos y de los injustos se dejaría ver tan claramente como el sol en el horizonte, o como un relámpago en la penumbra. ¿Y cuál sería la norma para distinguirlos? El discernimiento. 

Discernimiento es la cualidad que nos permite distinguir las cosas y los conceptos unos de otros. Actúa como un microscopio o telescopio mental que nos permite atravesar hasta lo más profundo, evadiendo la espesura de la confusión, para ver más allá de lo obvio, es decir, más profundo de lo que se puede entender a simple vista.

El libro de Proverbios destaca el discernimiento como una cualidad importantísima para entender todas las cosas. Sin discernimiento andaríamos como ciegos. Por eso, cuando Jesús llamó ciegas a ciertas personas, no se refería a la ceguera física ni a la ceguera emocional, como cuando los celos ciegan a uno temporalmente. Se refería a la ceguera espiritual, es decir, a la falta de discernimiento respecto a lo que verdaderamente significa la relación con su Padre.

El discernimiento que da el espíritu santo va más allá de lo que se ve de un vistazo. De hecho, cuando Jesús llamó "ciegos" a algunos de sus oyentes, se refería a su total incapacidad e ineptitud para darse cuenta de las cosas más importantes, como el ejemplo de los anteojos.

Por ejemplo, los judíos eran escrupulosos guardando el sábado por medio de evitar toda clase de trabajo. Pero la ley no prohibía toda clase de actividad que implicara cierto trabajo. Se refería al trabajo egoísta o al trabajo que se hacía para obtener ganancias. La ley del sábado decía que uno podía rescatar a su animal si sufría al caer a un hueco en día sábado. La prohibición de trabajar no incluida dejar de tener misericordia del animalito. Aunque fuera sábado, no debían dejarlo en el hueco. Por eso, cuando Jesús curó en sábado, se escandalizaban y lo tildaban de desobediente, sin percatarse de que un hombre era más valioso que un animalito, y que una enfermedad incurable era peor que caer en un hueco. La ley de Dios no prohibía hacer lo bueno en sábado. Lo que prohibía era usar el sábado para obtener ganancia económica o promover intereses egoístas. Obtener ganancias en sábado, o lucrar, era un pecado grave.

¿Alguna vez leíste en la Biblia el caso de Eliseo y su encuentro con las tropas del rey de Siria? Eliseo oró para que sus enemigos quedaran ciegos, y después oró para que recuperaran la vista. No es que quedaran ciegos físicamente, sino que Dios no les permitió asociar sus sensaciones ópticas con lo que significaba lo que veían. En otras palabras, su intelecto se distrajo y dejó de procesar correctamente lo que veían con su centro óptico. El resultado fue que no reconocieron a Eliseo durante el tiempo que este necesitó para escapar y ponerse a salvo. ¡Lo tuvieron ante sus propios ojos, pero no lo reconocieron! Exactamente lo mismo que pasó con los que no quisieron reconocer a Jesús (la diferencia era que Jesús no estaba cegándolos, sino, como él explicó: 'El corazón de ellos se había hecho insensible' debido a las mentiras que se les habían enseñado). Por eso, refiriéndose a tamaña ceguera, les dijo: "Vine en nombre de mi Padre, pero ustedes no me aceptaron. Si otro hubiera venido por cuenta propia, a ése sí lo hubieran aceptado". (Juan 5:43)

La ceguera espiritual es mucho peor que la ceguera física y emocional porque bloquea la relación con Dios y no permite que uno haga la obra de Dios. Quizás haga muchas obras buenas, dignas de encomio, pero no las obras que Dios a mandado. Por ejemplo, Jesús ordenó predicar el evangelio y bautizar. Pero muchos que se llaman a sí mismos cristianos no están dispuestos a hacer lo que él mandó, y a pesar de todo, creen que están haciendo la voluntad de Dios. Por ejemplo, están dispuestos a vestirse ceremonialmente con prendas de vestir distintivas, a ir a un templo, a oír un sermón, a orar muchas veces, a inclinarse, a cantar, a abrazarse, a besarse, a dejar jugosas ofrendas de dinero, a sonreír y bendecir a todo el mundo, pero no van ni predican ni bautizan a nadie. La próxima vez que una persona te diga: "Soy cristiano", pregúntale: "¿Cuántos se han bautizado gracias a tu obra?". Seguramente pondrá cara de "?", como si le hablaras en un idioma desconocido.

¿Significa que Dios es caprichoso e impide que unos vean y otros no? ¡De ninguna manera! Dios es amor. Impedir que alguien vea y entienda su Palabra sería contrario sus principios basados en el amor. ¡Al contrario! Dios quiere que todos se arrepientan y alcancen la salvación (2 Pedro 3:9) Decir que Dios no permite que uno entienda su Palabra sería desconocerlo. Cuando preguntaron a Jesús: " '¿Dónde está tu padre?', les contestó: 'Si supieran quién soy yo, sabrían también quién es mi Padre.' " (Juan 8:19) Decir que Dios impide a uno "ver" o entender asuntos espirituales es no captar el punto. (Juan 3:19-21) Si alguien no ve a Dios, es porque no entiende cosas espirituales. (Juan 3:12)

En cierta ocasión, el profeta Malaquías dijo de Dios: "Te envuelves en una nube para no escuchar nuestras oraciones". (Lamentaciones 3:44) ¿Quiso decir que Dios se esconde y no quiere escuchar nuestras oraciones? ¡Sí! En ciertos casos, Dios no escucha las oraciones. Pero en Proverbios aclara la razón: "La sabiduría clama en las calles. En los lugares públicos alza su voz. Clama en las esquinas de calles transitadas, y a la entrada de la ciudad razona así: '¿Hasta cuándo, inexpertos, seguirán aferrándose a su inexperiencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los necios, aborrecerán el conocimiento? Respondan a mis reprensiones y yo les abriré mi corazón. Les daré a conocer mis pensamientos.

Y continúa: "Como ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que se burlaron de mi y rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones, cuando caigan en desgracia yo me burlaré de ustedes. Yo seré el que se ría de ustedes cuando entren en pánico, cuando los sentimientos de pavor les sobrevengan de repente como una tormenta, y desgracia tras desgracia los alcance como un torbellino. Entonces me llamarán angustiados, pero no les responderé. Me buscarán, pero no me encontrarán. Porque aborrecieron mi conocimiento y no quisieron respetar al Señor. Por cuanto no anduvieron en mis consejos, sino que soslayaron mis reprensiones. Cosecharán el fruto de su conducta, se hartarán de sus propios enredos. ¡Su propio descarrío e inexperiencia los exterminará, y su cómoda complacencia y necedad los aniquilará! Solo el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temer el mal que sobrevendrá." (Proverbios 1:20-33)

¿Es Dios insensible? ¡De ninguna manera, a juzgar por lo que dice el versículo 23: "Respondan a mis reprensiones y les abriré mi corazón y les daré a conocer mis pensamientos [...] Como ustedes no me prestan atención cuando los llamo, y no me hacen ningún caso cuando les tiendo la mano, sino que rechazan todos mis consejos [...] Es por eso que me llamarán y no les responderé. Me buscarán, pero no me encontrarán [...]". Se refiere a cuando fuese demasiado tarde para alcanzar Su misericordia. Un clamor de última hora solo sería una reacción egoísta, no un sentimiento sincero.

Cualquiera que no quiere escuchar las buenas nuevas, y hasta se burla del asunto como si fuera algo sin importancia, le podrían sobrevenir consecuencias directas e indirectas de su propio proceder. Por ejemplo, si un esquiador no quiere ponerse el casco, ¿quién tendrá la culpa de su desgracia cuando se estrelle contra una roca y le sobrevenga una conmoción cerebral? ¿Dios? Simplemente se cumplen leyes físicas que Dios ha establecido en el universo. Debió respetar dichas leyes y ponerse el caso.

Al decir: "Cosecharán el fruto de su conducta", "se hartarán de sus propias intrigas", "su descarrío e inexperiencia los destruirá", y "su complacencia y necedad los aniquilará" está llegando al fondo de la pregunta de la introducción de este artículo y explicando claramente por qué hay tanta maldad en el mundo, y por qué las cosas están como están. El mundo está cosechando el fruto de su conducta. ¿Acaso no advirtió Jesús que por sus frutos distinguiríamos al árbol, es decir, por su comportamiento distinguiríamos su forma de religión? Si la doctrina es buena, produce buenas personas, amables, respetuosas y mansas como ovejas, pero si está podrida, produce gente mala, violenta e irrespetuosa, semejante a lobos hambrientos de poder, con deseos de controlar a los demás mediante amenaza, extorsión, chantaje y otras tácticas de presión. ¡La diferencia sería tan evidente que saltaría a la vista! Solo un ciego diría: "No veo nada. ¿Qué tiene de malo? ¡Normal! El mundo siempre ha sido así. Si no hubiera maldad, no sería mundo, etc."

Y por otro lado, nota por qué el Padre sí escucharía otras oraciones: "El que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temer el mal." . Eso es lo que se requiere para que el Dios de amor escuche a uno: "Obedecer". O como dijo Jesús: "Hacer su voluntad". (Mateo 7:21-23), o como lo dijo Malaquías: "Distinguirán entre los buenos y los malos, entre los que sirven a Dios y los que no le sirven (Malaquías 3:17-18) La misma clave se repite una y otra vez a lo largo de toda la Biblia, desde los tiempos de Adán y Eva: Obedecer, hacer la voluntad de Dios y servirle.

Está claro que el mundo se polarizó cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, y que dicha polarización se haría cada vez más evidente a medida que entráramos en los tiempos señalados para el juicio final. Jesús dijo que se sentaría en su trono y juzgaría a todos tal como el pastor separa a las ovejas de las cabras. Una oveja y una cabra son muy diferentes, a pesar de que tal vez sean muy parecidas cuando recién nacen.

Por lo tanto, cuando Jesús dice: "Por sus frutos los reconocerán", no se refiere a los pastores solamente ni a su vestimenta ni a lo que predican desde el púlpito. Tampoco se refiere a leer y obedecer una parte de la Biblia, cerrando los ojos al contexto. Se refiere a la obediencia, hacer la voluntad de Dios y servirle. Para reconocer al pueblo de Dios (o sea, para reconocer las buenas nuevas, para entender la Biblia y para que Dios escuche nuestras oraciones) tenemos que usar nuestros ojos y oídos del modo apropiado. No para cerrarlos, sino para abrirlos más ampliamente. No para leer un pasaje de la Biblia y anularlo con emotividad o con un conocimiento parcial, sino para examinarlo más acuciosamente y extraerle todo el contexto.

Vimos un ejemplo cuando Jesús le respondió a uno de los líderes religiosos de su época: "NADIE HA SUBIDO JAMÁS AL CIELO". (Juan 3:13) Eso debió de parecerle muy confuso a aquel religioso. Lo mismo sucede hoy cuando leemos en la Biblia cosas que nos parecen bien y las aceptamos de buena gana pasando por alto otras que no nos conviene. ¡Como si nosotros fuésemos quienes decidieran lo que es verdad y lo que es mentira. Por ejemplo, oírle decir que nadie jamás había subido al cielo debió sonarles disparatado. ¿Cómo que nadie jamás ha subido al cielo? Sin embargo, Jesús estaba hablando la verdad: Nadie jamás había subido al cielo. Muchos creían que, cuando morían, iban al cielo. Pero esa era una mentira, no una verdad. ¿A quién le creerían? ¿A él, como representante de Dios, o a sus líderes religiosos, que solo buscaban su propia gloria, no la del Padre?

¿Qué es lo que cuenta, lo que nos parece bien o los que nos parece mal? ¿O lo que a Dios le parece bien y le parece mal? En otras palabras, si estamos conscientes de que la polarización entre el bien y el mal se haría cada vez más evidente en los tiempos previos al juicio final, ¿de qué lado nos pondremos, y cuáles serán las consecuencias?

Recuerda que Jesús curó a un ciego y mudo endemoniado, pero los líderes religiosos, en vez de ver en ello un testimonio del poder de Dios, escogieron "ver" el poder del Diablo. En vez de alegrarse por aquellos hombres, mujeres, niños y ancianos que verdaderamente fueron sanados milagrosamente, como si fueran rescatados por haber caído a un hueco, ¡quisieron matar a Jesús, el agente la vida! Contradictorio, ¿verdad? ¿Puede alguien sufrir de una ceguera tan grave, a pesar de ser un maestro de religión? La respuesta es sí.

Cuando Pedro sacó su espada e hirió al esclavo del sumo sacerdote, Jesús no le dijo: "¡Húndesela hasta el fondo, sácale la cabeza y préndele fuego para que el infiel se vaya al infierno!", sino: "¡Guarda tu espada! Porque los que a espada matan, a espada morirán". (Mateo 26:52; Juan 18:10-11) 

Y tal como ocurrió en el tiempo de Jesús, igual ocurre hoy. Por eso Jesús advirtió: "Recuerden esto que les digo: “Ningún siervo es más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes. Y los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora no tienen excusa. El que me aborrece a mí, también aborrece a mi Padre. Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro antes ha realizado, no serían culpables de pecado. Pero ahora las han visto, y sin embargo a mí y a mi Padre nos han aborrecido. Pero esto sucede para que se cumpla lo que está escrito en la ley de ellos: 'Me odiaron sin motivo'." (Juan 15:20-25) ¿Y cómo se llama el Padre de Jesús? ¿Cuál es su nombre?

Es muy probable que en un momento pensaras que nosotros enseñamos que NADIE HA SUBIDO AL CIELO. Pero en ningún momento dijimos que "nadie ha subido al cielo". Lo que dijimos fue que "Jesús había dicho" que nadie subió al cielo. Porque cuando Jesús estaba entre nosotros, es decir, en la tierra, él todavía no había subido al cielo. (Juan 20:17) La Biblia dice que Jesús es el primogénito de entre los muertos. Es decir, el primero que resucitó para ir al cielo. (Colosenses 1:18) Y él dijo que después de él habría muchos que ascenderían al cielo igual que él, para estar con él en la casa de su Padre. (Juan 14:1-4) Se refería a los santos. (Daniel 7:21-27)

La Biblia es un libro muy amplio. A muchos se les hace difícil de entender. Aparenta tener muchas contradicciones. Pero si afilas tus ojos y oídos, y prestas mucha atención al contexto, te será más sencillo entender lo que Dios quiso que entendieras. No es cuestión de aceptar solo que te parezca, o de concordar con todo lo que predican tus líderes religiosos, o de aceptar las tradiciones, con toda su parafernalia, simplemente porque así lo hicieron tus abuelos. (Juan 4:20) ¡Tus abuelos pudieron estar equivocados!

Lo que a Dios le importa es que tus ojos y oídos se abran para escuchar, mirar y entender lo que hay detrás de lo obvio. Por ejemplo, es cierto que Dios escucha las oraciones. Pero no escucha a los que no se esfuerzan por hacer Su voluntad. No en vano Jesús dijo:  "El que tenga oídos, oiga". (Mateo 11:15) En otras palabras, 'el que tiene oídos, que los use para prestar atención'. De hecho, el apóstol Pablo incidió en ese punto al decir: "Es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo". (Hebreos 2:1)

Por lo tanto, cuando se trata de reconocer las diferencias, debemos empezar por preguntarnos: "Las diferencias entre qué cosas". Porque nadie puede percibir la diferencia entre dos cosas si no sabe qué cosas son, ¿verdad? Cuando Jesús dice: "Por sus frutos los reconocerán", tenemos que pensar en dos cosas. En los "frutos" y en "reconocerlos". Es vital examinar el contexto. ¿De qué estaba hablando Jesús? ¡Estaba hablando de ovejas y palomas y de lobos y serpientes! Se suponía que teníamos que reconocer entre las características propias de un lobo y las de una oveja, entre las de una paloma y una serpiente, entre las características de un árbol podrido y uno sano. ¿Es tan difícil?

Y es importante darnos cuenta de que la clave no solo consiste en reconocer el fruto, ¡sino todo el árbol! Distinguir la "podredumbre" de lo que no lo es. Por lo tanto, no está diciéndonos que reconozcamos solamente a los individuos, sino al grupo en conjunto. Y siendo que está hablando de asuntos espirituales, ¿a qué está refiriéndose con la palabra "árbol"? ¡A aquello que produce los frutos! Si un fruto -o algunos- es malo, no podemos juzgar que el árbol esté podrido. Pero si vemos que muchos están podridos, y que constantemente aparecen más y más frutos podridos... ¿qué debemos entender? ¡Que el árbol está podrido! Si ves un enorme grupo de personas destruyendo propiedad ajena, mutilando, asustando, vociferando cosas horribles y arrasando con todo, ¿dirías que son las ovejitas de Jesús?

Algunos se preguntan por qué Dios permite la maldad. Pero no abren sus ojos y oídos para darse cuenta que Dios permite la maldad para que abran los ojos y vean claramente las evidencias y se rindan ante la verdad. Al igual que ocurrió con el faraón de Egipto en los tiempos de Moisés, deja que los malvados actúen malvadamente para que se ponga al descubierto las verdaderas intenciones de los que son malvados, a fin de que todos vean claramente -y sin lugar a dudas- el contraste entre el accionar de los demonios y el de los ángeles de Dios. Si el fruto está podrido, también lo está el árbol. No es muy complicado, ¿verdad?

Sin embargo, algunos recordarán a Judas Iscariote y dirán: "Ese fue un muy mal fruto". Pero no significaba que el rebaño de los apóstoles estuviera mal. Se trataba de un caso aislado, no que la mayoría se hubieran contaminado. Una manzana podrida no significa que el árbol está podrido. Pero si casi todas las manzanas están podridas, es muy diferente. Por eso cuando Jesús dijo "por sus frutos los reconocerán", no quiso decir que nunca habría casos aislados de mal comportamiento, sino que la mayoría estaría alejada de Dios. En otras palabras, si la mayoría se muestra podrida, entonces el árbol está podrido.

La característica más sobresaliente por medio de la cual se distinguiría el fruto bueno del malo sería el ejercicio del amor. Solo un amor profundo, abnegado, afectuoso, misericordioso y compasivo sería característica de los verdaderos adoradores de Dios. Y el amor es lo que precisamente detestan y ridiculizan los que no aman la verdad ni al Dios que la promueve.

Por eso, para reconocer las diferencias, debemos hacer un alto, mirar y escuchar con cuidado. Entonces distinguiremos lo que Dios realmente quiere decir y veremos la clara diferencia entre lo que "nos parece" y "lo que a Dios le parece", conectaremos lo que vemos con lo que entendemos. Distinguiremos entre los que sirven a Dios y los que solo le sirven de labios para afuera. (Mateo 15:7-10)

Hay quienes quisieran que el Señor se les aparezca en persona y les diga: "Este es mi rebaño, ven". Pero no funciona así. Tienes que usar tus facultades de discernimiento y descubrirlo por ti mismo a la luz de la Biblia. Es la única manera de volver a ver a Jesús. (Lee Mateo 23:39) Si realmente quieres ver las diferencias y descubrir el rebaño del Señor, presta atención a los frutos. Entonces se te abrirán los ojos de par en par y reconocerás el árbol. Y si logras reconocer al árbol, ¡habrás hallado al verdadero rebaño de Jesús! ¡Qué felicidad! Te deseamos los mejores éxitos en tu excelente objetivo de juntarte con quienes de verdad están sirviendo a Dios.

Porque aunque es verdad que la polaridad del bien y el mal se pondría finalmente al descubierto al tiempo señalado por Dios, no debemos esperar hasta la última hora para hacer la parte que nos corresponde. Esperar hasta el último será demasiado tarde para demostrarle a Dios que realmente amábamos la verdad. Como leímos en Proverbios, a Dios nunca le agradaron los arrepentimientos superficiales de última hora. ¡Ahora es el tiempo de decidir en cuál de los dos lados estaremos cuando venga el Señor!  (Revelación 16:13-16)