Jehová te lo va a pagar

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"¡Que Jehová te pague por 
lo que has hecho y te dé 
lo que mereces!"
 (Rut 2:12)

Esas son palabras que el terrateniente Boaz dijo a su futura esposa Rut, una joven viuda de la tierra de Moab, después de enterarse de su excelente reputación y de ver con sus propios ojos lo humilde y maravillosa que era.

Deseó que Dios la recompense por todo el bien que había hecho a su suegra, y por trabajar duro para ganarse el pan del día. No estaba hablando de una recompensa en la forma de una bolsa con dinero, sino de la aprobación y bendición de Dios, lo cual fue un hecho.

Tanto Boaz como Rut son considerados con admiración y respeto en la Biblia. Si nunca leíste su conmovedora y aleccionadora historia, esta sería una buena excusa para hacerlo. ¿Por qué?

Porque aunque "Rut" es el título del libro, no lo escribió ella, sino el profeta Samuel cerca de 1000 años antes de Jesucristo. Abarca más de 10 años de historia. Y aunque contiene muchos detalles sublimes y principios interesantes, también confirma parte de la genealogía del rey David.

Rut y Boaz se casaron y llegaron a ser bisabuelos de David. Y aunque Rut no nació israelita, llegó a ser antepasada del Mesías por su matrimonio con Boaz.

El libro de "Rut" también destaca la integridad de Boaz, un hombre competente, equilibrado, justo y recto, respetuoso de Dios y del prójimo.

Dios permite que cada uno coseche lo que siembra

Sea uno bueno o malo, Dios permite que las consecuencias sigan su curso y se cumplan las leyes naturales que estableció cuando creó el universo. Y lo mismo aplica a sus principios morales. Por eso, mediante su Palabra, la Biblia, nos recomienda tomar decisiones prudentes.

Por ejemplo, como vemos en la figura de la introducción, si uno siembra manzanas, cosecha manzanas. No espera cosechar uvas. No lo llamamos "consecuencia", sino cosecha, pero igualmente se trata de una consecuencia natural.

Ya sea en el campo agrícola o social, en ingeniería o en la guerra, todos los planes, proyectos, sistemas o estrategias que se implanten producirán consecuencias. Y dependiendo de si el sistema es bueno o malo, se obtendrán buenos o malos resultados, a los que suele llamarse "cosecha".

Sin embargo, un desastre no necesariamente es siempre el efecto de un mal plan. Hasta el mejor plan podría terminar en un desastre debido a una mala administración o a un sabotaje.

Las leyes naturales siempre se cumplen

Sembrar manzanas y cosechar manzanas resulta de leyes biológicas que existen en la naturaleza desde el principio del mundo. Y lo mismo ocurre con las uvas, el arroz y cualquier otra planta. A menos que alguien manipule el proceso, siempre se verá el mismo resultado: manzanas producirán manzanas.

No se trata de que Dios escoja qué árbol bendecirá o qué manzana será más agradable, sino de que cada árbol se reproduzca según su género. Es una ley natural. Y lo mismo aplica por extensión a todos los géneros y familias de frutas y vegetales. Las uvas producen uvas.

Igualmente sucede con la humanidad. No se trata de que Dios escoja a quién quiere bendecir o no, sino de que cada persona se labre un porvenir por medio de tomar decisiones apropiadas. De eso depende que Dios le dé su bendición o aprobación.

No obstante, un desastre personal no necesariamente es siempre el resultado de un mal comportamiento de la persona. Por ejemplo, un buen comportamiento podría terminar en un desastre debido al sabotaje de un enemigo.  (Mateo 13:24-28)

Si uno abriga sentimientos de bondad hacia alguien, cosechará amor y bondad, como ocurrió con Rut. Pero si uno odia y abriga sentimientos de venganza, cosechará odio y venganza, como le ocurrió a Hamán el agaguita [un descendiente de Agag]. El libro "Ester" muestra cómo terminó la historia de este personaje. 

Ester fue una mujer increíble. Desplegó un gran carácter para evitar un genocidio contra su pueblo, planeado por Hamán. No contaremos todo en detalle, pero mencionaremos lo que nos interesa en este artículo: Dios siempre paga a cada uno lo que merece.

La importancia de tener un plan 

Todo plan debe contemplar las probables contingencias, porque aunque podría ir sobre ruedas, a veces no resulta conforme al plan. De hecho, podría acabar en un desastre.

Cuando hacemos planes para alcanzar un objetivo, buscamos principios que nos orienten a tomar las decisiones. Por ejemplo, si queremos construir una torre, calculamos los gastos para no sufrir una pérdida económica. (Lucas 14:28-30) 

También debemos tener en cuenta que la pérdida podría implicar cosas mucho más grandes que construir una torre. (Lucas 14:31-32; Mateo 5:21-22)

Claro, Jesús aplicó lo dicho a la decisión de hacerse discípulo, pero en realidad aplicaba a cualquier situación. En el caso de Hamán, trazó un plan, pero su cálculo no tuvo en cuenta en detalle.

Un día, el rey que gobernaba el país donde vivía Ester convocó a las mujeres más hermosas del reino para nombrar una nueva reina y sustituir a su esposa por haber desobedecido y desafiado una orden directa del rey. 

Una de las mujeres seleccionadas que fueron llevadas al castillo resultó ser Ester. Pero Mardoqueo, su tío y padre adoptivo, le advirtió que no dijera que era judía, y ella obedeció.

Antes de continuar, preguntémonos ¿de qué manera o en qué sentido paga Dios a buenos y malos? Una es por medio de las consecuencias, ya sea por obedecer o por pasar por alto las leyes morales y naturales que Él estableció. Por ejemplo, en el universo físico todo tiene consecuencias. 

Por ejemplos, si al martillar no apuntamos bien, y en vez de darle al clavo nos damos en un dedo, Dios no impide nuestro sufrimiento. Es nuestra responsabildad apuntar bien.

Por una razón similar, hay personas que no creen que Dios existe, y también las hay que creen que existe, pero no lo conocen bien. Solo tienen en cuenta sus propias normas. Por tanto, se pierden el beneficio de hacer las cosas con base en las leyes y principios que Dios ha establecido.

Ahora continuemos y veamos como se cumplió esto en la práctica, tanto en el proceder de Hamán como en el de Ester, y saquemos lecciones que nos ayuden a comprender mejor cómo funcionan las leyes morales de Dios, es decir, cómo es que las consecuencias alcanzan a quienes no reflexionan con prudencia en lo que hacen, y también actúan con prudencia.

Ester es seleccionada por el rey

De entre todas las mujeres que fueron convocadas, Ester fue la hermosa y humilde doncella a quien finalmente escogió el rey, debido a sus excelentes cualidades y atributos. Fue elegida como reina, y ella guardó el secreto conforme a las instrucciones de su tío.

Un día, Mardoqueo se enteró de un complot para asesinar al rey, de modo que envió un mensaje a Ester, y ella se lo contó al rey en nombre de Mardoqueo. Aquellos enemigos fueron atrapados y colgados y todo quedó asentado en los registros del rey.

Por otro lado, después de un tiempo, el rey otorgó a Hamán el cargo más elevado después del rey, por encima de todos los demás príncipes. Además le dio un trono, lo cual implicaba que todos se inclinaran ante él. Pero Mardoqueo no se inclinaba, no por falta de respeto, sino porque aquella reverencia implicaba un acto de adoración según las costumbres locales.

Debido a que no se inclinaba cuando pasaba, Hamán llegó a sentir un odio tan profundo por Mardoqueo que quería matarlo. De hecho, odiaba a todos los judíos. En verdad se propuso aniquilar los y borrarlos del mapa.

Un plan condenado al fracaso

Pero Hamán no repasó la historia de Egipto ni tuvo en consideración al Dios de Moisés, y diseñó un malvado plan genocida. Solicitó autorización real, y el rey, confiando en el, lo autorizó. Le puso el sello real.

El problema era que el rey aprobaba una ley, nadie la podía deshacer ni cancelar. Tenía que cumplirse sí o sí. Otro problema era que el rey aprobó el genocidio sin saber que Ester, su esposa, era judía, y debido a dicha ley, la reina Ester también tendría que ser ejecutada. Hasta ese tiempo, ni Hamán ni el rey sabían que Ester era judía. (Ester 2:10)

Y el mayor problema era que un genocidio interrumpiría la línea de descendencia que llevaba al Cristo. Hubiera significado que Dios no cumpliría su promesa de vencer al Diablo [lo cual Dios no iba a permitir]. ( Génesis 3:15; 22:15-18) 

Con sus acciones, Hamán se estaba situando en posición de guerra contra Dios. En otras palabras, sus intenciones genocidas pisoteaban los principios divinos. Estaba desafiando abiertamente las leyes de Dios. Por eso, Dios tuvo que intervenir para preservar la línea de descendencia que llevaba hasta el Cristo.

En general, no es una buena estrategia militar no tomar en cuenta al que respalda a un enemigo. En el caso de Hamán, ese fue el detalle que se le escapó en aquellos tiempos. No tomó en cuenta al Dios de Mardoqueo.

Como es natural, al principio Ester sintió miedo. Sabía que algunos reyes de las naciones eran extremadamente crueles. (1 Samuel 11:1-2) Pero confió en Dios y estuvo decidida a hacerlo. Por eso, ideó un plan: invitar a Hamán a un banquete, a tomar una copa de vino. ¿Los invitados? Solo el rey, ella y Hamán, en privado. 

Al recibir la invitación, Hamán se sintió muy honrado. Durante dicha reunión, Ester pidió al rey que invitara a Hamán a un gran banquete, y el rey aceptó. Hamán no pudo estar más que feliz.

De vuelta a casa, Hamán se jactó ante sus familiares, contándoles cómo el rey y la reina lo habían honrado por encima de todos en el reino y lo habían invitado a un banquete. Pero les dijo que algo le impedía ser plenamente feliz: Quería destruir a Mardoqueo y a todo su pueblo.

Entonces su esposa, sus amigos y familiares le sugirieron que pidiera autorización al rey para colgar a Mardoqueo en un poste por la mañana, para que sirviera de advertencia y vergüenza pública, y así entraría contento al banquete en su honor.

Hasta entonces, ni Hamán ni sus familiares sabían que Ester era judía ni que Mardoqueo era su tío. Así que mandó a hacer un poste de unos 20 metros de altura.

Un sueño que lo cambió todo

Pero esa noche el rey no pudo conciliar el sueño. Algo presentía. Así que mandó traer los registros e hizo que se los leyeran en voz alta. Cuando llegaron a lo que se había escrito sobre el complot para asesinarlo y de cómo Mardoqueo lo había frustrado, desenmascarando a los conspiradores, el rey preguntó qué se había hecho para recompensar a Mardoqueo. "¡Nada!", respondieron. Y el rey se molestó. ¿No le habían dado ni siquiera las gracias?

Ese momento coincidió con que Hamán estaba afuera, esperando entrar adónde el rey para pedirle autorización para colgar a Mardoqueo en el poste. El rey lo hizo pasar y, antes de que dijera nada, le preguntó: "¿Cómo se debe honrar a alguien a quien el rey quiere mostrarle agradecimiento y honra?".

Hamán, pensando en sí mismo y en que la honra sería para él, contestó: "Que lo vistan con ropaje real, lo monten en el caballo del rey y que el oficial de mayor rango vaya delante de él, a pie, por la plaza, gritando: '¡Así se honra al hombre en quien el rey se ha deleitado!". Y el rey le ordenó: "¡Qué buena idea! ¡Ve y haz eso con Mardoqueo! ¡Pronto!".

Hamán se congeló. Nada más lejos de su plan. ¿Cómo pudo ocurrir algo así? Quería pedirle permiso para colgar a Mardoqueo, pero ahora ¿le estaba ordenando que lo honrara en la plaza pública delante de todo el reino? ¿Qué clase de trampa le había jugado el destino? No cabía en sí.

Pero para su propia vergüenza, tuvo que salir y ejecutar exactamente la orden del rey. Sus familiares también se congelaron, así que todos le dieron un mal augurio. Luego de eso, se presentaron oficiales de la Corte para llevarlo al banquete como invitado de la reina.

En pleno banquete, el rey quiso honrar a su bella esposa, y le dijo que le pidiera lo que sea, "¡Hasta la mitad de mi reino!". Y ella, estando recostada en el lecho para la reina, le abrió su corazón y le rogó por su propia vida. Le dijo que alguien había conspirado para matarla, a ella y a todo el pueblo de sus padres. 

Hamán se asustó. El rostro del rey cambió. Se puso más que furioso y preguntó: "¡Quién?". Ella dijo: "¡El conspirador es este miserable Hamán!". Y le confesó que ella era judía y que con astucia Hamán había inducido al rey a firmar el decreto genocida, lo cual significaba destruir a sus padres y a todo su pueblo, y que el rey tendría que permitir que la maten a ella también.  

El rey no podía creerlo. ¿Hamán? ¿Su recién nombrado primer ministro? ¿Estaba planeando matar a la reina, su esposa? Salió un momento al jardín para asimilar el asunto. Pero al voltear, vio a Hamán agarrando el vestido de la reina, suplicando. Fue más que suficiente. "¡Basta!". Llamó a los guardias y ordenó que mataran a Hamán. 

En ese instante, un sirviente le contó al rey que Hamán tenía intenciones de colgar a Mardoqueo esa misma mañana en un poste de 20 metros. "¡Qué! ¿A Mardoqueo, el que me salvó la vida?". El rey no daba más. Ordenó que le cubrieran el rostro, lo sacaran y lo colgaran en ese poste.

¿Cómo pudo suceder?

Seguramente Hamán no lograba entender como fue posible que su perfecto plan diera un giro tan abrupto. De un momento a otro, de primer oficial terminaba siendo humillado, acarreándose a sí mismo tantas desgracias juntas en tan poco tiempo. ¡De la gloria a la basura! Los diez hijos de Hamán tambien fueron colgados. ¡Cuánto debió sufrir la esposa! Ella y sus amigos le habían dado la idea de hacer el poste!

¿Y el genocidio? ¿En qué terminó?

Lamentablemente, el decreto para el genocidio no se pudo anular. Pero el rey les concedió el derecho a la legítima defensa: armarse contra quienes intentaran matarlos.

En realidad, fue como si Hamán se hubiera ejecutado a sí mismo y a sus propios hijos. Porque las consecuencias le jugaron en contra. Todo su plan se le vino encima en un par de días. Según la justicia perfecta de Dios, fueron consecuencias que él mismo se acarreó. No pudo ser de otro modo.

La verdad es que nadie puede burlarse impunemente de Dios. Si uno no apunta bien con el martillo, se dará en un dedo. Tarde o temprano las consecuencias le jugarán en contra y terminará cosechando exactamente lo que tramó para otros.

Se cosecha lo que se siembra

Si uno siembra manzanas, no puede cosechar uvas. Es una ley natural que igualmente se cumple en sentido moral. No puede ser de otro modo. 

Si uno se arrepiente, pide perdón a Jehová en el nombre de su Hijo Jesucristo y cambia de actitud, puede cosechar buenas consecuencias de lo que haga a partir de ese momento. (Hechos de Apóstoles 2:38-39) Pero no puede rehacer el pasado. Solo queda enfrentar los hechos y pedirle misericordia a Dios para soportarlo. Es la justicia perfecta. (Ezequiel, cap. 18)

Hamán y los que eran como él se colocaron a sí mismos en una posición peligrosa ante Dios cuando abrigaron y sembraron odio. Por eso cosecharon dolor y muerte. Dios hubiera querido que todo termine en paz, pero ellos no quisieron. 

En cambio, Ester y Mardoqueo cumplieron con denunciar a Hamán, y fue el propio rey quien equilibró la balanza de la justicia dando a Hamán ni más ni menos que lo que él deseó a otros. En tal sentido, fue como si Dios lo hubiera ejecutado.

¿Y cómo les fue a Rut y Boaz? Ellos sembraron bondad, misericordia, cariño, lealtad y generosidad, y decidieron casarse. Dios les dio su aprobación, y no sólo los bendijo con un hijo, sino con un lugar en la historia por contribuir a la genealogía de Jesucristo, quien fue su descendiente unos 480 años después. (1 Crónicas 2:12-15)

Las historias de estas dos grandes mujeres nos ayudan a comprender mejor lo que significa "cosechar lo que uno siembra". Y la Biblia contiene muchas historias más que pueden enseñarnos otras lecciones muy importantes.

Es mejor mantenerse al lado de Dios

Dios también te lo pagará a ti. Sigue haciendo el bien y seguirás cosechando el bien. Y si te sientes mal por tu pasado, puedes ayudarte por medio de pedir perdón y misericordia. Dios es el único que podrá ayudarte. (Salmo 119:28)

Siembra siempre semillas buenas, y Él y su Hijo Jesucristo siempre equilibrarán la balanza de la justicia de manera perfecta. (Gálatas 6:7-10; Mateo 16:27)

Date un tiempo para leer con todo detalle estas fascinantes historias en la Biblia, en los libros "Rut" y "Ester". Será una magnífica motivación a seguir procediendo con amor, bondad y justicia.

Porque si siembras buenas cualidades e intenciones, como recomendó Jesucristo, producirás siempre mejores consecuencias para ti y para los demás. Y lo más importante: Jehová te amará y te lo pagará. (Mateo 16:27)

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